¿Por qué invertir en procesos de reflexión estratégica?

December 1, 2020
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Atzimba Baltazar Macías
Founding member of Colectivo META (COMETA)
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Manuela Garza Ascencio
Founding member of Colectivo META (COMETA)

Atzimba Baltazar Macías y Manuela Garza Ascencio del Colectivo META escriben sobre su trabajo con el pensamiento estratégico con organizaciones de la sociedad civil en México, incluyendo organizaciones beneficiarias de la Fundación MacArthur.


 

El pensamiento estratégico ayuda una organización a reflexionar de manera crítica sobre sí misma y su trabajo: por qué existe, qué quiere cambiar–en el largo y en el corto plazo–, cómo contribuye concretamente a que estos cambios se logren, qué valor agrega su trabajo, qué la distingue de otras organizaciones y cuál es la forma más eficaz y eficiente de cumplir con sus objetivos.

Nos gusta retomar la definición que la Real Academia Española ofrece sobre “estrategia”:

  • f. Arte de dirigir las operaciones militares.
  • f. Arte, traza para dirigir un asunto.
  • f. Mat. En un proceso regulable, conjunto de las reglas que aseguran una decisión óptima en cada  momento.

Ser estratégica es tener la capacidad de tomar la mejor decisión en las condiciones y con las herramientas con que se cuenta en un momento determinado. De esta definición nos gusta también recuperar el “arte”, pues sugiere innovación y creación; imprimir un sello distintivo. En efecto, ser estratégicas también implica innovar, crear y hacer las cosas de una forma diferente a otras organizaciones.

El pensamiento estratégico es parte fundamental del ethos de una organización. Quienes dedican tiempo a procesos de reflexión estratégica son capaces de hablar de su identidad y propósito de manera clara y contundente. Además, las organizaciones que dedican tiempo a estos procesos no sólo alcanzan sus objetivos, sino que están mejor preparadas para responder a los cambios del entorno en el que desarrollan su trabajo.

El pensamiento estratégico requiere disciplina y práctica. Así como ninguna persona nace siendo experta en alguna materia, ninguna organización nace siendo estratégica: requiere una cultura y una práctica que se deben cultivar. Requiere también que el liderazgo dentro de la organización–no sólo las direcciones, sino las personas que coordinan las áreas sustantivas–tenga una actitud abierta al cuestionamiento y que sea honesto con su propio trabajo.

Estos procesos son intensos porque cuestionan a la propia organización, sus objetivos, capacidades y estrategias; implican estar abiertas a reconocer errores y aprender de ellos; requieren fortaleza para ser interpeladas y dialogar con puntos de vista diferentes a los propios; obligan a salir de la zona de confort y, en casos extremos, obligan a dejar de hacer lo que se ha hecho durante años e iniciar procesos de rediseño profundos e, incluso, a desaparecer.

Para nosotras, los procesos de reflexión estratégica fortalecen liderazgos, desarrollan capacidades de los equipos y facilitan transiciones; permiten responder mejor a cambios (radicales) en el contexto; y fortalecen la relación con sus interlocutoras.

Hace poco acompañamos a una organización en un proceso de reflexión estratégica, durante el cual el equipo aprendió a revisar su trabajo, los retos a los que se enfrenta, las oportunidades que se le presentan en el contexto, así como analizar sus fortalezas y debilidades internas. Después de un año, volvimos a colaborar con esta organización y pudimos observar cambios notables:  con base en los objetivos estratégicos, cada una de las áreas elaboró planes de trabajo que realmente sirvieron de guía para organizar y cumplir con las metas que se plantearon; además fueron una herramienta útil para dar seguimiento y evaluar sus actividades.  

Vimos que los coordinadores de cada área mejoraron sus capacidades de coordinación, de liderazgo y de reflexión estratégica, pues sus participaciones fueron más profundas, propositivas y con mayor claridad sobre la forma en que el trabajo de sus áreas contribuía con los objetivos institucionales. En general, se respiraba menos estrés, más orden y más claridad sobre el trabajo de la organización.

La inversión en el fortalecimiento institucional se ve muchas veces como un lujo que sólo las grandes organizaciones se pueden dar o como una capacidad que, en ocasiones, los donantes dan por sentada. Sin embargo, estos procesos deberían ser una parte fundamental del trabajo cotidiano de las organizaciones y que los donantes deberían apoyar de forma más decidida. Una organización que piensa estratégicamente es una organización capaz de responder. En estos tiempos de cambio, esta capacidad deja de ser un lujo para convertirse en una necesidad.